miércoles, 24 de junio de 2009

Hoy la luna sale cuadrada


Al filo del transcurrir del tiempo bailan las sombras como las cometas en una tarde de playa y viento esperando que llegue medianoche. El sol sale desde tus ojos y se pone en tu nuca, pero si el día está nublado soy yo quien decide si es todo o nada. Otra cosa es que acabe apostando siempre al caballo más lento. Cambiaré el rumbo cuando los cangrejos caminen hacia adelante y ya puede salir el sol de las profundidades del océano o del interior de los buzones si le da la gana.
Si te quieres marchar hazlo, pero en silencio como las hormigas. Dejemos ya de lado los cuentos y las leyendas frustradas y vayamos de frente por una vez.
Hoy el cielo está nublado, así que si los duendes siguen vivos que llamen porque ya no soy capaz de descifrar la meteorología. He de confesar que los vi una vez, pero hace ya demasiados años. Cuando los tienes enfrente el corazón palpita fuerte pero demasiado lento. Con cada golpe una bocanada de humo nos duerme poco a poco. La inercia hace que con la cara pegada al suelo se esté más fresco.
Esta noche dos mundos conectarán dejando un pasillo de luz y destellos de color púrpura. Sobre un fondo blanco dibujaré mis sueños para que ardan con los fantasmas de las tradiciones. Cuando saltemos las llamas formaremos parte del fuego durante un sólo segundo o las llamas pasarán a formar parte de nosotros. Juguemos a ser felices con las piedras de los botes de cristal. Juguemos a ser libres por esta noche… Mañana será otro día completamente diferente. Hoy no cuenta. Me han dicho que no existo a efectos administrativos.

sábado, 6 de junio de 2009

Un reguero de pólvora azul


Flaquearon sus fuerzas.
El corazón se le partió en mil y un pedazos que encontraron consuelo en las alas de los ángeles. Su alma floreció desde lo más profundo de la tierra y se enganchó en miles de piedras bañadas en estiércol. Las hojas marchitas del suelo le hicieron de parapeto. Su cuerpo se desplomó con el peso del ocaso sobre sus espaldas. Fue un sentimiento voluntario y certero que se hizo extensible a un simple gatillo. Un movimiento automático le arrancaba la vida dejando tras de sí un rastro de humo blanco en el aire. Su madre permaneció en pie más lejana que nunca, extendiendo sus brazos hacia lo más alto. Fue un silbido imperceptible al oído de las lombrices. Los escarabajos se apresuraron en engullir las porciones inertes de su cuerpo frío y desnudo. La pólvora roció de azul cielo su tez blanca como el papel. Los búhos cerraron sus ojos. Una bala atravesó el corazón de una manzana.