jueves, 4 de octubre de 2012

Ese nombre


Y qué hago yo si cuando pronuncio tu nombre las letras se deshacen en mi boca. Dime, ¿qué hago yo? Porque en ella moras y en ella descansan, a la vez, tus culpas y tus alegatos. Cada letra sabe a menta fresca. A cerezas huele el silencio de antes y también el de después de mentarte. Dime cómo se olvida y se deja ir. Sólo en círculos puede navegar un barco anclado al fondo del alma. Enséñame cómo se arranca de raíz un árbol que nace del génesis mismo de los volcanes. Cómo abandonarte entre recuerdos si se me desgarran las entrañas sólo de imaginar que desapareces, que no estás. Que se esfuman tus pasos y tu haz de luz. Eres dulce, sonoro, armónico. Suave. Frágil. Eres la calma. Eres el silencio que tanto me recuerda a ese río entre las piedras, a esa mano sobre el lomo del mar, a esas tardes de sol sobre la arena.  Eres un murmullo de espíritu. Quieto. Un bálsamo en comunión con la Madre Tierra.  Tu nombre suena como ese viento que pasa y destruye pero reconforta luego. Tu nombre, sólo tu nombre, es capaz de hacer que te evoque, te mastique y te haga parte de mí, que seas el plasma que me mantiene

                                                                                   viva.

                                                                                  
                                                                                 Serena

 
 
Ese nombre que me envuelve. Me engulle. Me eleva.

 

Ese nombre.

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