sábado, 29 de septiembre de 2012

La cita perfecta


-          ¿Qué te describa mi cita perfecta? No sé...
 ¿A qué viene esa pregunta ahora?

-          (…)

-          Ay chico, que no. Simplemente no esperaba que me salieses con eso. Me has pillado en blanco…

-          (…)

-          Oye y qué quieres que te diga si ya sabes cómo soy. Tampoco debería extrañarte demasiado, ¿no?

-          (…)

-          Bueno, tampoco exageres, ¿eh? Por supuesto que siento cosas por ti, pero también sabes que no suelo hablar de ello muy a menudo. Tú y yo somos diferentes. A mí eso de poner los sentimientos al descubierto no me resulta tan fácil...

-          (…)

-          ¡Claro que sí! Si no, no estaría contigo y déjame decirte que le estás sacando demasiada punta a todo este asunto…

-          (…)

-          Claro que la tengo, ¡como todo ser viviente!, pero creo también que no debería confesártela…

-          (…)

-          Bueno pues, sinceramente, porque llegarías a dudar de mi estabilidad mental.

-          (…)

-          Que sí, que sí, créeme. Pensarías que me he vuelto loca o que, definitivamente, el círculo ha terminado por cerrarse y ya estoy completamente chalada.
 
-          (…)

-          No te rías que esto es muy serio. Bipolaridad aguda y permanente. No existe cura ni remedio. Aún estás a tiempo de irte. Huye. Márchate. Lárgate ahora mismo y no regreses.

-          (…)

-          No, no me lo tomo a cachondeo, ¡en serio!Pero no entiendo por qué me sales hoy con todo esto. ¿Es tan importante para ti saberlo?

-          (…)

-          Ok, está bien te lo diré, pero luego no digas que no te lo advertí.

-          (…)

     -      Que sí pesado.

     -       (...)

-          Ok. Mi cita perfecta sería contigo, a tu lado, sentada en el borde de la cama. Dejaría que los primeros rayos del sol a través de las rendijas de las persianas fijasen su mira telescópica en cada parte de mi cuerpo para que te fuese fácil seguir las señales. Un círculo aquí, otro más allá. El último en el centro del pecho. Llegar hasta mi boca sería todo un triunfo, un cúmulo de proezas. Sería el momento culminante de la alquimia. La piel erizada y ese estremecimiento que ni es por frío ni quema y…
                     
                                    A ver, habla.
                                    ¿Qué pasa? 
                                    Quieres que pare, ¿verdad?

-          (…)

-          Ok, está bien, sigo, sigo. Mi cita perfecta sería contigo. Salir cada mañana a fabricar atardeceres de algodón dulce del color del mar y de las piedras. Me dedicaría a sembrar el mundo de velas para que hallases mis ojos y sólo en ellos durmieses tus siestas. Mi cita perfecta sería contigo. A media tarde soltaríamos las amarras para que nada nos ate y sólo nos busquemos por inercia. Sin convenciones. Sin acuerdos ni dominios. Con nuestra venia. Porque mi cita perfecta sería contigo. Saldríamos al anochecer a fijar nuestras huellas en la arena para no perderlas y que sólo la espuma de las olas las adorne con el sabor de las mareas. Porque mi cita perfecta sería contigo y empezaría una noche de de cuarto creciente o de luna llena. Nuestras bocas se fundirían en un aullido mago que iría desde el suelo a nuestro universo de dunas y cometas. Con millones de ovillos de lana ataría todas y cada una de las estrellas para confeccionarte un cielo de luz y un nuevo amanecer juntos aquí, en la Tierra. Porque mi cita perfecta sería así, como ésta. Entre susurros, besos y caricias, siempre de dentro hacia fuera. A tu lado.  A tu izquierda.  

                                                    Pues eso. Así...

                                                           Perfecta.

-          (…)

-          Más que yo, no lo creo…

-     (...)

-      Porque, simplemente, no se puede.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Calma


Tranquilo, no sufras ni desperdicies saliva en enumerar en voz alta tus descuadres con los míos

                                                               no dejes que las dudas colapsen tu atrapasueños.

El día que algo cambie lo sabrás. Dale tiempo al tiempo y deja que el agua agriete y filtre.

 

Sólo tienes que estar vigilante y atento. Aguanta la respiración unos segundos.

En el momento en el que el sosiego ya no me sea ajeno,

cuando sientas que mis ojos se pierden en los tuyos

y sea capaz de respirar hondo acurrucada contra tu pecho;

en el preciso instante en que me duerma tranquila y plácidamente entre tus brazos,

sólo en ese instante puedes empezar a preocuparte por mí y a temblar de miedo,

porque sólo entonces estarás en el cénit, serás para mí el alma del mundo y el motivo de mis desvelos

Ocuparás el trono del Sol entre mis nubes, serás cada letra cincelada en mi memoria,

en mi destino y en mi extraviado criterio.

Ahí sí ,no habrá más. Yo iré por libre  y tú, a partir de entonces, sufrirás tu tormento.
 

Ahí sí, ya estaré fuera de tu control,  de tu alcance, de tu entendimiento.

                                                                      
Porque  será por ti por quien yo no conozca ni los peligros ni los miedos,

porque será por ti por quien yo deje remar al ciego para que me lleve quién sabe a dónde

                                                                    ¿Para qué? No lo sé. Para lo que sea.
                                                                                        
 
Pero calma, no pasa nada. Puedes estar tranquilo. Nada de esto es verdad, al menos por el momento.
No habrá problema mientras cada día sea como hoy, mientras no te diga que te quiero.

                    Ahora, por favor, déjate besar y dame algo de tiempo.
Me niego a seguir siendo vasallo
                                                                  y cómplice de este angustioso  silencio

jueves, 20 de septiembre de 2012

Supernovas


...es el Sol pero podríamos hablar de la estrella Terracota Norte 45 si se nos antojase denominarla de ese modo. Lo mismo da que da lo mismo. Existe una jerarquía natural, vital. Un orden existencial. Una admiración divina. Un culto y un respeto tan grandes que incluso la más pérfida de las mentes definiría al Sol como el sumo pontífice de una tiranía primigenia en el reino natural.

El Sol ha alcanzado ya su nirvana y existe a pesar de nosotros aunque sea aquí donde se le haya dado un nombre. De no ser así sería un ente más pululando por el cosmos. Su funcionamiento es perfecto en medio de esta amalgama de energías y explosiones incontroladas de gas y materia. Porque el Sol simplemente es, aunque sea sin ropa, sin tildes, sin mayúsculas ni fotosíntesis. Ejemplifica una especie de culmen existencial, la idea de perfección pero,

 ¿ sólo el Sol?

No.  Ese brillo esencial e innato, esa energía que mana de lo más profundo de las entrañas  forma parte también del ser humano. A fin de cuentas somos también materia, ¿no?  Bebemos de ese concepto de que solamente hacia dentro somos cristal, desnudez y pureza. En el fondo somos luz y sólo a partir de ella, de su descubrimiento, podremos alcanzar la supernova. Pero eso es algo que tendremos que descubrir sin ayuda, sin roles ni máscaras. Ahí será cuando el Universo entero emprenda un rumbo hacia la catarsis de las esencias, hacia lo primigenio lejos de la contaminación del alma y del espíritu. Lejos de toda convención, religión o norma. Es la apología del desencanto, la vuelta al comienzo. Reset e inicio.

A partir de entonces volveremos a ser partículas suspendidas en el aire, fetos aún por nacer en busca de nuestro cúmulo estelar, de nuestro Universo

de nuestro Sol.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Balidos y gorjeos


Corría el año 1941. Atrás habían quedado el silencio capcioso de las granadas de mano y el fulgor de las bombas.  Ahora el color del ocaso sólo era comparable a la descomposición de la metralla por el óxido y la salitre en días de lluvia. La llegada de la noche aplacaba ya los últimos rayos del sol en un mano a mano de silencios y luciérnagas. El luscofusco del veinte de agosto era sólo un atardecer más en el devenir de la Historia. O un atardecer menos. Sin embargo había algo raro. Un regusto amargo. Aquel dulce crepúsculo, aquel manso y apacible transcurrir de la naturaleza y del verano, quedaba diezmado por el disonante y abominable canto del pájaro cabra.

Toquemos madera.

La leyenda de esta ave es de esas que parte del techo para tocar el suelo.
Cada vecino recogía la historia de sus ancestros y aportaba un toque propio de experiencias u oídas. De generación en generación el pájaro cabra ha sido una señal, una contraseña como las vieiras amarillas del Camino de Santiago, aunque no como un elemento más de un acto de fe para alcanzar la Puerta Santa, sino como un indicio, un aviso de la posada escogida por la muerte para cobijarse esa noche. La respuesta general ante el espantoso trino, sobre todo desde mediados del siglo pasado cuando la creencia comenzó a hacerse más fuerte, fue siempre una profunda cautela. Los oriundos solían guardar silencio y  mirarse unos a otros con estupor cuando oían de fondo a este ejemplo vivo del mal augurio. Algunos incluso optaban por encerrarse en sus casas hasta que aquel murmullo lejano y enlatado, como una mustia banda sonora, cesaba o acudía a su encuentro. Hubo también quien hizo apología de un férreo escepticismo particular que el tiempo se encargó de fracturar en aras de la efectividad aplastante de la leyenda. El ave, cual sirena mitológica, cantaba al anochecer siempre cerca de su alma moribunda. Por las mañanas la campana de la iglesia era la encargada de dar la noticia: uno menos.

Mi abuelo siempre decía que, ya fuesen certezas místicas o leyendas paganas, el pájaro cabra nunca fallaba.
Pues bien, corría el año 1941 y corría también Fermín monte arriba como sólo puede hacerlo un maquis en tiempo de guerrillas o un hombre enamorado al que acaban de pillar medio desnudo en un granero a punto de sucumbir a la tentación de la carne sin el amparo de la unión matrimonial...

lunes, 10 de septiembre de 2012

Que así sea

Y si hay que buscar un culpable que pague,
si así ha de ser,
que sea pues como se ordena.

Me confieso:

Soy yo, y no otro, el pájaro de mal agüero,

el que pone firma al veneno que destila y siembra.

El que, con su sello, se dedica al hurto de vidas
y rebusca alegre entre la basura de la tierra.

          Soy el que se acicala profanando virtudes y almas;

el que hace una criba entre sueños y cometas;


el que subraya los libros con pluma

    y el que, por las mañanas, picotea el papel de tus magdalenas.