lunes, 8 de julio de 2013

Piratas



Vivía reencarnada.

Desde que era niña creía en una especie de libro de vidas inmemorial; una hoja de ruta de células en evolución permanente. Siempre aseguró que mientras unos descubrían continentes ella se dedicaba a la cría de camellos en Damasco. De un tiempo a esta parte, vivía como dama de harén obnubilada por el humo del tabaco negro. Creía en los espíritus buenos, veneraba más a los malos y ponía altares con velas a las almas perdidas.
Su vida era un ir y venir de grandes figuras traslúcidas del pasado.


El primer y último fantasma con el que se cruzó era el de un marinero errante que más que viejo se presumía antiguo. Un borracho vintage. Vaya por delante que apestaba a vino de cartón, pero del caro. Aquel viejo lobo de mar era pirata de prostíbulos más que de parche en el ojo. De esos guerreros de misa de ocho y vermout de fin de tarde. He de confesar que a ese tipo de piratas yo los creía extintos. Nada más lejos. Otra cosa bien distinta es que se dejen ver mucho menos. Hoy su sitio son los suburbios morales y los bares cutres con urinarios de pared. Nuevas tierras, nuevas vistas. Actualmente viven en la penumbra, entre el beso con lengua y la bofetada fría.  

Bien, pues aquel pirata fantasma era uno de esos Quijotes tan prendidos del amor como de un buen par de piernas. Corsarios de whisky doble y poemas de servilleta agradecida. Bandoleros que van de cualquier lado de la barra al extremo opuesto con la corbata enredada a los tobillos, perilla cutre y after shave para las heridas bajas.

A ella la cameló especialmente porque cuando la miraba con aquellos ojos de dandy rancio sólo podía pensar en un baile lento de perros a dos patas. 
Cuando eso ocurría ella cerraba los ojos.  La historia fue de lo más cursi durante unos cuantos meses, justo hasta que él decidió meterse de lleno en un romance exótico con un pescador somalí.
¿Cómo salvar, pues, un corazón que ya no latía?
Fue precisamente en ese roce de labios ya caduco,  donde su mente, la de ella, terminó por romperse. Y no era de extrañar, doy fe. Ella ya rondaba una de sus últimas reencarnaciones.
Por aquel entonces los que la conocíamos comenzamos a verla entrar al bar medio sonámbula y desnuda de cintura para arriba …

y para abajo.

Me contaron que al poco tiempo se le fue la cabeza del todo o algo así. Desde ese día va con las bragas por encima de los pantalones gritando a pleno pulmón que se ha reencarnado en antagónica.  


Se hace llamar "Pirata del aire".