Vivía
reencarnada.
Desde
que era niña creía en una especie de libro de vidas inmemorial; una
hoja de ruta de células en evolución permanente. Siempre aseguró
que mientras unos descubrían continentes ella se dedicaba a la cría
de camellos en Damasco. De un tiempo a esta parte, vivía como dama
de harén obnubilada por el humo del tabaco negro. Creía en los
espíritus buenos, veneraba más a los malos y ponía altares con
velas a las almas perdidas.
El
primer y último fantasma con el que se cruzó era el de un marinero
errante que más que viejo se presumía antiguo. Un borracho vintage.
Vaya por delante que apestaba a vino de cartón, pero del caro. Aquel
viejo lobo de mar era pirata de prostíbulos más que de parche en el
ojo. De esos guerreros de misa de ocho y vermout de fin de tarde. He
de confesar que a ese tipo de piratas yo los creía extintos. Nada
más lejos. Otra cosa bien distinta es que se dejen ver mucho menos.
Hoy su sitio son los suburbios morales y los bares cutres con
urinarios de pared. Nuevas tierras, nuevas vistas. Actualmente viven
en la penumbra, entre el beso con lengua y la bofetada fría.
Bien,
pues aquel pirata fantasma era uno de esos Quijotes tan prendidos del
amor como de un buen par de piernas. Corsarios de whisky doble y
poemas de servilleta agradecida. Bandoleros que van de cualquier lado
de la barra al extremo opuesto con la corbata enredada a los
tobillos, perilla cutre y after shave para las heridas bajas.
A
ella la cameló especialmente porque cuando la miraba con aquellos
ojos de dandy rancio sólo podía pensar en un baile lento de perros
a dos patas.
Cuando
eso ocurría ella cerraba los ojos. La historia fue de lo más
cursi durante unos cuantos meses, justo hasta que él decidió
meterse de lleno en un romance exótico con un pescador somalí.
¿Cómo
salvar, pues, un corazón que ya no latía?
Fue
precisamente en ese roce de labios ya caduco, donde su mente,
la de ella, terminó por romperse. Y no era de extrañar, doy fe.
Ella ya rondaba una de sus últimas reencarnaciones.
Por
aquel entonces los que la conocíamos comenzamos a verla entrar al
bar medio sonámbula y desnuda de cintura para arriba …
y
para abajo.
Me
contaron que al poco tiempo se le fue la cabeza del todo o algo así.
Desde ese día va con las bragas por encima de los pantalones
gritando a pleno pulmón que se ha reencarnado en antagónica.
Se
hace llamar "Pirata del aire".