jueves, 8 de diciembre de 2011

Cartas a las nubes

Cuando se fue apenas contaba yo con ocho años recién cumplidos.

Cuando me la arrebataron todavía sumaba separando los dedos y sin calculadora en una tierna cópula de bravura e inocencia aflorando a partes iguales.
Recuerdo que era una fría noche de noviembre en la que la luna iluminaba insolente el mar dejando un pasillo de rosas blancas hasta el infinito.
Las estrellas luchaban indocumentadas por sumar su luz a la oscuridad del universo. El agua se encargaba de removerlas hasta conseguir el punto de nieve con el sonido de las corrientes de los siete mares. No me preguntes qué témpera pintaba la noche. Sabes de sobra que ese lugar aún tiene la virtud de teletransportarme a un mundo paralelo y etéreo cuando trato de encontrar lo que en silencio siempre he buscado. Así. Paseniño.Con las manos  atadas a la espalda para que no se forjen barreras entre la inmensidad del mar y mi gigantesca ignorancia. Con los ojos cerrados para encontrarme de frente con la historia de los reyes del Norte.
Sumaba tan sólo ocho años y una sola frase rompió mis esquemas y mudó mi forma de ver la vida. La magia dejó paso a la cruda realidad. La resignación se abrió paso entre los olmos y entre las hojas de hierba luisa que guardaba en tarros de cristal. Ya no hubo más metas a final de
año y todo comenzó a seguir un curso cíclico.
“No seas tonta. Los Reyes Magos no existen. ¿Quién crees que
te compra los regalos?”
Siendo pues poseedora de una de las verdades más universales, ¿valía la pena ser buena? Al fin y al cabo ellos (ni unos, ni otros) nunca habían escuchado mis peticiones. ¿Valía la pena esforzarse por ser mejor? Nadie me iba a ver ya desde una galaxia opuesta a los rayos del sol a través de un ojo de pez. ¿Quién me iba juzgar a partir de entonces? Nadie. Al menos nadie supremo y todopoderoso.
 Yo mandaba, yo decidía…
El carbón pasó a ser un dulce y negro manjar de caramelo.
Ese fue mi primer desencanto. El primer paso para conformar el cúmulo de normas y dudas que soy hoy en día.
Debo dar gracias porque ya no fue necesario escribir más cartas al viento. La tala indiscriminada de árboles está de rabiosa actualidad en el Amazonas.

Tenía tan sólo ocho años recién cumplidos cuando mi
inocencia voló una noche de noviembre…
…mis Reyes Magos no dejan de sorprenderme