domingo, 8 de agosto de 2010

El tosco aroma de la vid

Su aliento estaba podrido y las gotas de lluvia no lograban ya aplacar una sed que se había vuelto imaginaria.

No fue capaz de recordar cuándo había visto llover por última vez, aunque su sentido común todavía tenía batería suficiente para ayudarlo a cruzar la calle con precaución. Sólo un par de perros dieron cuenta de sus pasos. Inconscientemente plantó sus pies en medio de la calzada. En su delirio llegó a pensar incluso que quizá ese momento era el idóneo para poner el punto y final a una vida plagada de sombras y paredes opacas.

Se descubrió al tiempo desmenuzando en mil pedazos los recovecos de su memoria. No fue fácil. Se topó con miles de telarañas dispuestas a entorpecer su salida a la luz. Anhelaba revivir el momento exacto en el que ella decidió no seguirlo en una aventura que se tornaba peligrosa…

Con el cierre del brick hecho jirones se dispuso a retomar su única actividad de esfuerzo y riesgo. El primer sorbo de vino lo llevó hacia atrás en el tiempo, exactamente al momento del primer “te quiero”. Por primera vez sintió unas ganas irrefrenables de llorar.
No hubo tiempo para lágrimas
Con el segundo sorbo se retrotrajo en el espacio y cayó a plomo dejando el suelo con olor a mes de septiembre

Fue un golpe certero sin arma homicida, sin huellas, sin recuerdos…