Fue un destello, coletazos de un equilibrio
sostenible en globos de cristal rojo. Madejas de almas muertas sobornando al
tiempo para conseguir sólo cinco minutos más. Principio de incertidumbre
allanando las carreteras y acariciando las plumas de los arroaces. Los ornitorrincos
caminan ya a dos patas. Las mentes lúcidas y maquiavélicas dibujan con humo la sombra del epitafio
eterno. Se burlan. Ríen. Los buitres miran de soslayo la valentía intermitente del que se deja
comer por las convenciones y por el poder. Las hienas aguardan babosas la caída de la tarde. Cuando
el sol se ponga no habrá mundo para correr. Han apostado que al alba saldrán
las viejas glorias de debajo de las piedras para acunarnos con los ecos de
otros mundos. La decrepitud nos cubre de pies a cabeza y nos viste de etiqueta.
En primera fila, cobijada entre montones de cortinas de polvo y caspa, espera la ignorancia siempre risueña y decorosa. Ha depositado sus posaderas en silla de oro.
Sonríe, tú que puedes.