sábado, 17 de mayo de 2014

¡Rápido, pídeme algo increíble!


      Dicen por ahí que cuando le das demasiadas vueltas un asunto es que “ese algo” ya no te importa igual o, en su defecto, ya no estás tan seguro de ello como lo estabas antes. Los pensamientos, los sentimientos y las cosas, poco a poco,  se desvirtúan,  mutan. A veces incluso pierden frescura. 

                                               Yo creo haber llegado a ese punto.

      Desde hace algún tiempo ando buscado cambiarle la forma y también el nombre; las esencias y los colores. Pero no hay manera. Se resiste a mudar la piel. Me he pasado meses pensado que era cosa de ese sacrosanto don mal llamado inspiración que había tomado la decisión de abandonarme, (partiendo siempre de la base de que medio intento hilar frases, no de que sé escribir que para eso hace falta mucho y yo, de momento, no tengo de nada). Una mañana te levantas y, ¡UPS!, se me ha olvidado hasta cómo debo pensar, plantear y argumentar el mundano acto de prepararme el desayuno. Primero el azúcar y luego el café. Primero el café y luego la leche ¿Y el azúcar? En Babia, como tú. Pues eso. Que en Babia hace sol y los grillos beben daikiris con las señoras después de misa.
      Cuando algo así pasa, cuando se pierde el hilo de la conversación, conviene hacer repaso. Volver atrás, como cuando al salir del curro te encuentras chorrocientos mensajes de “what's up” en la pantalla del teléfono móvil y pasas de ellos pero, esta vez, sin pasar. Releer. Volver al inicio. Revivir el origen de todo y buscar el sentido.

      Pues eso, que me he puesto a releer y El Gato se ha hecho mayor. Cinco años hace que vio la luz por motivos obvios y bien distintos a los que ahora lo mueven. Y he pensado que se merece un descanso y una despedida. Pero no una despedida triste sino más bien una alegre como la del Genio de Aladdín. Pagarle unas vacaciones para siempre que bastante ha hecho el pobre animal por mí. Y El Gato está bastante de acuerdo con la idea, no os creáis. Ha llegado el momento de decirle adiós para decir adiós también a una bonita etapa de mi vida que ya se me queda pequeña, lejana y bastante extraña en algunos aspectos. Aunque siempre estará ahí para dejarme hurgar un poco si algo se me olvida. Eso me lo ha dicho en tono de advertencia. No es que El Gato haya cambiado, nada más lejos de la realidad. Simple y llanamente ahora sus preocupaciones... son otras.




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